domingo, 4 de mayo de 2008

BESANDO EL CULO DE JORGE


Muy buen texto, me hizo reír, "una parábola atea"...



Esta mañana llegó a mi puerta una pareja bien vestida y bien peinada. El hombre habló primero:
Juan: "Hola, yo soy Juan y esta es María. "

María: "Hola, estamos aquí para invitarte a besarle el culo a Jorge con nosotros. "

Yo: "¿Cómo? ¿De que estás hablando? ¿Quién es Jorge? ¿Y por qué tendría que querer
besarle el culo? "

Juan: "Si tú le besas el culo a Jorge, te da un millón de dólares; y si no lo haces te
cubre de mierda. "

Yo: "¿Cómo? ¿Es que es alguna clase de extraño pervertido? "

Juan: "Es un filántropo multimillonario. Jorge construyó este pueblo. Jorge posee este
pueblo. Él puede hacer lo que quiera, y lo que quiere es darte un millón de dólares,
pero no puede si tú no le besas el culo. "

Yo: "Eso no parece tener mucho sentido. ¿Por qué... "

María: "¿Quién eres tú para cuestionar los deseos de Jorge? ¿Es que no quieres el millón
de dólares? ¿Es demasiado un pequeño beso en el culo? "

Yo: "Bueno, quizás, si es legítimo, pero... "

Juan: "Entonces vamos a besarle el culo a Jorge. "

Yo: "¿Le besan el culo a Jorge con frecuencia? "

María: "Oh sí, continuamente. "

Yo: "¿Y les ha dado el millón de dólares? "

Juan: "Bien, aún no. No se puede recibir el dinero hasta que no te mudes del pueblo. "

Yo: "Entonces, ¿por qué no se van del pueblo y reciben el millón de dólares? "

María: "No puedes irte del pueblo hasta que Jorge te lo diga, o de lo contrario no
recibes el dinero y él te cubre de mierda. "

Yo: "¿Conocen a alguien que le haya besado el culo a Jorge, que se haya ido y que después
haya regresado con el dinero? "

Juan: "Mi madre le besó el culo a Jorge durante años. Ella se fue el año pasado y estoy
seguro que tiene el dinero. "

Yo: "¿Has hablado con ella desde entonces? "

Juan: "Por supuesto que no, Jorge no lo permite. "

Yo: "Entonces ¿cómo sabes que tiene el dinero si no has hablado con nadie que lo haya recibido? "

María: "Bueno, antes de que te desanimes él te da una pequeña muestra. Tal vez obtengas
un aumento, tal vez ganes un pequeño premio en la lotería, tal vez encuentres un billete
de veinte dólares en la calle. "

Yo: "¿Y eso qué tiene que ver con Jorge? "

Juan: "Jorge tiene ciertas "conexiones". "

Yo: "Lo siento, pero esto suena como si fuera un extraño juego de consola. "

Juan: "Pero es un millón de dólares, ¿puedes realmente arriesgarte a perderlo? Y
recuerda: si no le besas el culo te cubre de mierda. "

Yo: "Tal vez si pudiera verlo, hablar con él, tener detalles sobre él... "

María: "Nadie ve a Jorge, nadie habla con él. "

Yo: "¿Entonces cómo le besan el culo? "

Juan: "En ocasiones únicamente le mandamos un beso pensando en su culo. Otras veces le
besamos el culo a Carlos y él se lo transmite a Jorge. "

Yo: "¿Quién es Carlos? "

María: "Un amigo nuestro. Él es quien nos ha hablado sobre besarle el culo a Jorge. Todo
lo que tenemos que hacer es invitarlo a comer de vez en cuando. "

Yo: "¿Y creyeron en sus palabras cuando dijo que existe un Jorge, que Jorge quiere que
le besen el culo y que los recompensará? "

Juan: "¡Oh no! Carlos tiene una carta de Jorge de hace mucho tiempo donde lo explica todo.
Aquí tienes una copia para tí, míralo por ti mismo: "

Del Escritorio de Carlos
1. Bésale el culo a Jorge y él te dará un millón de dólares cuando te vayas del pueblo.
2. Bebe alcohol con moderación.
3. Cubre de mierda a aquellos que no sean como tú.
4. Come bien.
5. Jorge dictó esta carta él mismo.
6. La Luna está hecha de queso verde.
7. Todo lo que dice Jorge es cierto.
8. Lávate las manos después de ir al baño.
9. No uses alcohol.
10. Come tus salchichas en bollos y sin condimentos.
11. Bésale el culo a Jorge o te cubrirá de mierda.

Yo: "Esto está escrito en papel con el membrete de Carlos. "

María: "Jorge no tiene papel. "

Yo: "Tengo la impresión de que si lo comparamos encontraremos que ésta es la letra de Carlos. "

Juan: "Por supuesto, pero Jorge dictó la carta. "

Yo: "Pensaba que decían que nadie puede ver a Jorge. "

María: "No ahora, pero hace tiempo le habló a algunas personas. "

Yo: "Pensaba que decían que era un filántropo. ¿Qué tipo de filántropo cubre de mierda
a la gente sólo porque es diferente? "

María: "Eso es lo que Jorge quiere, y Jorge siempre está en lo cierto. "

Yo: "¿De dónde sacas eso? "

María: "El punto 7 dice que: "todo lo que dice Jorge es cierto". ¡Eso es suficiente para mí! "

Yo: "Quizás su mismo amigo Carlos hizo las normas. "

Juan: "¡Imposible! El punto 5 dice: "Jorge dictó esta carta él mismo". Al mismo tiempo,
el punto 2 dice: "bebe con moderación". El punto 4 dice: "come bien". Y el punto 8
dice: "lávate las manos después de ir al baño". Todo el mundo sabe que eso es cierto,
por lo tanto, todo lo demás debe ser cierto también. "

Yo: "Pero el punto 9 dice: "no uses alcohol", lo cual entra en conflicto con el
punto 2, y el 6 dice: "la Luna está hecha de queso verde", lo cual no es cierto. "

Juan: "No existe contradicción entre los puntos 2 y 9, el segundo simplemente clarifica
el primero. Y por lo que respecta al 6, tú nunca has estado en la Luna, por lo que no
puedes hablar con esa seguridad. "

Yo: "Los científicos tienen claramente establecido que la Luna está hecha de roca blanca... "

María: "Pero ellos no saben si la roca viene de la Tierra o del espacio exterior, por
lo que puede ser fácilmente queso verde. "

Yo: "Realmente no soy un experto, pero pienso que la teoría de que la Luna fue "capturada"
por la Tierra ha sido descartada. Por otra parte, no saber de dónde viene la roca no
la convierte en queso, y menos queso verde. "

Juan: "¡Ajá! Acabas de admitir que los científicos cometen errores ¡pero nosotros sabemos
que lo que dice Jorge es cierto! "

Yo: "¿Lo sabemos? "

María: "Por supuesto, el punto 7 lo dice. "

Yo: "Están diciendo que Jorge siempre está en lo cierto porque la carta lo dice, que la
carta es cierta porque Jorge la dictó, y que sabemos que Jorge la dictó porque la carta
lo dice. Esta lógica circular no se diferencia en nada de decir que Jorge siempre dice
la verdad porque lo dice Jorge. "

Juan: "¡Ya lo está comprendiendo! Es reconfortante ver que alguien se acerca a la forma
de pensar de Jorge. "

Yo: "Pero... Oh, bueno... no te preocupes. ¿Y cuál es el trato con las salchichas? "

(María se sonroja.)

Juan: "Las salchichas en bollos y sin condimentos. Ésta es la forma de Jorge. Cualquier
otra forma es incorrecta. "

Yo: "¿Qué pasa si no tengo bollos? "

Juan: "No hay bollo, no hay salchicha. Una salchicha sin bollo es algo incorrecto. "

Yo: "¿Sin salsa? ¿Sin mostaza? "

María: "(Asombrada) Parece irremediablemente condenado. "

Juan: "(Gritando) ¡No hay ninguna ambigüedad en su lenguaje! ¡Cualquier tipo de condimento
está prohibido! "

Yo: "Entonces de una enorme pila de chucrut con algunas salchichas pinchadas en ella ni
hablamos, ¿no? "

María: "(Poniéndose los dedos en los oídos) No te estoy oyendo, na, na, na, na, na, na, na... "

Juan: "(Con cara de aversión) ¡Eso es repelente! No sé qué clase de demonio comería eso... "

Yo: "¡Jorge! Él lo come todo el tiempo. "

(María palidece.)

Juan: "(Tomando a María) Bueno, si hubiera sabido que eras "uno de esos" no habría perdido
mi tiempo. Cuando Jorge te cubra de mierda yo estaré allí, contando mi dinero y burlándome
de ti. Yo besaré el culo de Jorge por ti. Tú, comedor de salchichas sin bollo y devorador
de chucrut. "

Al decir esto, Juan arrastró a María al coche que los esperaba y se fueron a toda velocidad...



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miércoles, 2 de abril de 2008

Confesiones de un Caifán

Después de narrar su intenso paso por las cárceles en nuestro número 33, Xavier Velasco vuelve a uno de sus temas predilectos: los Caifanes, de quienes escribió una biografía. Aficionado a las tareas límite, entrevistó a Saúl Hernández, cantante de la banda, unos días antes de que fuera operado de la garganta y de que se decidiera el futuro del grupo que en 1995 alternó con los Rolling Stones en la ciudad de México. Las luces se apagan: el cronista busca el retrato nocturno del Caifán.

Por: Xavier Velasco

Soy un autista muy sociable.

Saúl Hernández

(Flashback) Muerta la medianoche, la avenida Patriotismo es una pista suculenta y atroz. A lo lejos, las luces rojas desfallecen hasta capitular ante las verdes. Sincrónicos, magnéticos, los semáforos fingen desnudar los misterios de un paisaje tendido frente al manubrio negro de la Katana. Hace cinco minutos que salimos del tugurio donde nos inundamos de la cerveza y el tequila que han maquillado a Patriotismo con el rictus de una muerte posible hasta el extremo de lo deseable. En un punto impreciso entre San Antonio y Viaducto, el velocímetro de la Katana dice: 130 millas por hora, pero no son las horas sino los instantes quienes golpean la percepción, ayuntados en un solo estruendo de aire, alcohol, adrenalina, pistones, vértigo, pálpitos a galope. Cruzamos Benjamín Franklin cuando el puño amenaza con soltar el acelerador, pero mi pasajero es implacable: ¡Güey! ¡Acelera! ¡Métele más!, aúlla en mi oído, y así corroboro una vez más, entre aterrado y satisfecho, que Saúl pertenece a la tribu excesiva por excelencia: los kamikazes.

Han pasado varios años desde aquella noche, pero el kamikaze sigue ahí. Hace cosa de una hora que oscureció, silbatos y bocinazos transfiguran la esquina de Insurgentes y Liverpool en un diminuto, presuroso purgatorio, los autos escapan como pájaros amedrentados por la penumbra, los autobuses se tragan a los cuerpos para luego, cuando nadie los vea, escupir sus espectros. Pero aquí, en la cantina somnolienta donde una televisión vomita palabras para nadie, la noche es una virgen tibia y tersa. Con la voz ronca de un mal que pronto será combatido a cirugía limpia, Saúl habla, jalando a los recuerdos de las cavernas íntimas que hoy puede mirar nítidas, igual que se traslucen los miedos cuando es una enfermedad quien amaga las certezas. Es acaso por eso que nos ha dado por conjurar a la más popular de las enfermedades: aquella que Breton dejó por testamento.


­Uno ama, pero no sabe qué hacer con el amor. Nos casamos, nos enamoramos, tenemos hijos, pero lo que es amor, El Amor, no sabemos qué hacer con él. La masturbación no es efímera, el amor sí. No lo necesito, pero lo busco, y cuando lo tengo lo protejo. Sólo que en lugar de pensar en qué hacer con mi vida, trato de ser más animal. Es muy jodido, porque a veces te llevas a la gente entre las patas, pero si quieres conocer el secreto de la juventud eterna, ése es el pedo.
­
Para casi todos los que lo conocen, Saúl es dueño de una impoluta ingenuidad. Más de una vez, cuando se ha visto detenido a la orilla de un súbito precipicio, su ingenuidad ­es decir, la misma bruja que lo llevó hasta allí­ ha llegado a tiempo para salvarlo. ¿Cómo escapar de la pródiga hechicera que te reconoce como el amor a su presa?

­Componer canciones ha sido siempre un escape, y cuando te escapas de algo tienes que tomártelo en serio, porque si no te agarran. No pienso en escaparme como en recorrer una distancia; simplemente me voy. Sí, ha pasado el tiempo, pero el escape no es más ni menos intenso que al principio, porque como te digo: es muy animal, es un dejarte llevar por las circunstancias. Entonces a tu ingenuidad le va creciendo el colmillo. No se trata de engañarla, porque tu ingenuidad no se hace pendeja; se hace más fuerte. Lo que no puedes hacer ­o al menos no deberías­ es perderla.

Por centurias han gemido los estetas por el extravío de la inocencia: ese instante filoso helado cuando las hadas se tornan putas y al amor lo atropella el mismo tren donde una vez viajó en primera clase. Mas para el caifán la diferencia entre la niñez y la edad adulta no estriba en la inocencia desamparada, sino en la corpulencia de la propia ingenuidad.

­Tenía 14 años cuando mi primo me llevó de viaje. Era uno de esos tours donde te pasean por varias ciudades y él me sentenció: "En este viaje coges." El muy cabrón. Entonces llegamos a Las Vegas, donde yo no podía jugar, ni tomar. Pero mi primo era más grande, así que me dejó solo entre las maquinitas y luego regresó en un taxi, abrazado de dos negras inmensas. Me dijo "¡Súbete!" y nos fuimos los cuatro al hotel. Las luces del cuarto estaban apagadas y yo sentía, más que su cuerpo, el olor de la mujer. En cuanto me di cuenta, ya me había desquintado, y cuando menos lo pensamos las mujeres, que eran unas grandes profesionales, empezaron a gritar como locas. Cuando se fueron, pensé: ¿Tanto pedo para esto? Pero a la inocencia no la perdí; la resguardé. Me volví más cerrado. Haz de cuenta un autista con experiencia. A su modo, la puta me había tratado bien, porque alcanzó a ver lo que yo tenía y no me lo quitó. Fue como haber nadado sin mojarme.

­Dijo una vez Marlon Brando que no hay mejores mujeres que las putas, que una puta es capaz de darte cualquier sensación, o todas juntas...

­Yo le respondería que sí. Estoy de acuerdo con Marlon Brando, pero sólo si se cumple una condición: conseguir que tu pareja se vuelva una puta. Las putas son mercaderes de orgasmos, satisfacen todo lo que necesitas. He tenido novias capaces de hacer eso y entonces me digo: "Ella es una puta, no necesito de otra." Conozco a una pareja que así vive. Cuando él quiere acostarse con ella, sencillamente le paga. Ella recibe su dinero, hace su trabajo y punto: son felices. Después de todo, el amor no es más que un robarle momentos inolvidables a la vida. Yo lo escribo, lo vivo, porque uno sólo escribe lo que vive, pero también te puedes enamorar de un paisaje en el Ajusco. Hay muchas formas de conjurar al amor; la más obvia es la mujer, porque lo necesita igual que tú, pero a un niño todo eso le vale un carajo.

(Flashback) Viajamos por una madrugada de la colonia Guerrero. Recargados en un maverick, un puñado de notorios exiliados del amor juntan los instrumentos con los que han recorrido las ventanas de sus vecinas. Saúl ha insistido en venir hasta aquí, decidido a compartir con sus compañeros de farra la vecindad que lo vio aprender a caminar. Hemos golpeado puertas que nadie abrió, hemos entonado a gritos canciones de Raphael y José José, hemos detenido el coche junto a los hombres de los instrumentos. Saúl da las buenas noches frente a sus rostros taimados y recelosos, y acto seguido vence sus resquemores con la mejor arma que a esta hora es posible desenfundar: la botella de Appleton que veníamos empujándonos en el coche. Es apenas el principio de un maratón tardío: tres horas de invocar a Los Panchos y los Tres Ases, de brindar indiferentes a las patrullas que pasan sin pararse, de atestiguar que las botellas y la noche se mueren como el Señor lo manda: juntas.
No ha pasado mucho tiempo desde que un famoso guitarrista emboscó a su tren de pensamiento con una pregunta indiscreta: "¿Que sonidos traes ahorita en la cabeza?" La respuesta cayó como un huracán en Chihuahua: Raphael. Esto, que para la ortodoxia rockera sólo puede ser síntoma de dos cosas ­herejía vil o un ácido sentido del humor­ para Saúl significaba demasiadas frases indelebles: Estuve enamorado de ti. Nada soy sin Laura. Hoy para mí es un día especial pues saldré por la noche. Aquel que reza cada noche por tu amor...

­Raphael es el Bowie de la balada romántica. Sólo que Raphael cambió de continente y Bowie se mudó de planeta. Raphael me abre la puerta de un mundo que no es el mío. Cuando vamos en el coche, pedísimos, cantando Yo soy aquel, habitamos un mundo que no nos corresponde. Entonces te das cuenta de que no te caga tanto. Y es más: te gusta. Y es más: te identificas con él. De alguna manera te acostumbraste a entender el mensaje de los grupos ingleses, pero en las palabras de José José. Hay gente que no soporto, como Emmanuel; siento que es un gargajo que jamás llegó al suelo. Un gargajo tragado, un aborto.

Cuando estrechó por primera vez la mano de Keith Richards, Saúl escuchó un saludo pasmante: "Al fin nos conocemos", le dijo la más pesada de las Piedras, mientras el divo Jagger lo miraba sin mirarlo y le hablaba sin hablarle. Horas después, cuando sus amigos le preguntaran por el blanco más negro de los Rolling Stones, el más acosado de los Caifanes opinaría: "Mick Jagger es como Emmanuel."

­Bueno, es que andaba pedo, aunque sí: Mick Jagger ya se emmanuelizó, pero Robert Plant sigue siendo José José. Lo de menos es la fama, porque hay gente que ni con ella en las manos deja de enfrentar al dolor con su propia debilidad: ésos son los fuertes, no los que suponemos intocables.

La fama: una bruja que lo persigue con persistencia kármica. Según Alfonso, que como él es caifán abismal, Saúl nació para ser presa de cámaras y libretas de autógrafos. Lo cual no evita que insista, igual que José Alfredo, en brindar con extraños y, si la canción se lo exige, llorar por los mismos dolores. Ya sea con Sombras o con Lady Stardust, con Don Julio o con Orendáin Almendrado, con Biko ­un rottweiler con pinta de Mike Tyson cuyo bienestar engendra los insomnios de su dueño­ o con los cuates, Saúl es capaz de llorar y gritar cualquier día de la semana. Cuando la persecución de la bruja parece acorralarlo a través de artículos y reportajes que sólo en raras ocasiones dicen un mínimo de verdad, el caifán está en su guarida: inventando canciones, masajeando a su piano, peleándose con el hi-tech o amarrando palabras en un papel. Afuera, la puerta de la casa está cerrada con la correa del perro.

­Hay gente que quiere domarte. Sobre todo las mujeres, pero eso es bueno. La gente que se empeña en quitarte tu rebeldía: ésa es la peor. No tienen los huevos para matarte, pero sí la paciencia para destruir lentamente la vida. A diferencia de muchos que estarían felices siendo famosos, a mí la fama me ha hecho muy infeliz. Como dijo Juan Gabriel: "La costumbre es más fuerte que el amor." Te acostumbras a tener el ambiente, las mujeres... todo. Y no son tuyas, no eres ni su mascota. ¿Te das cuenta? Es gente que no invitarías a cenar en Navidad en tu casa, pero tragas todo el año con ella.

El caifán magnetiza perplejidades, y lo sabe. Pocos interlocutores hay tan atentos a lo que oyen: Saúl devora las palabras, las miradas, los gestos. Pero luego habla, y entonces se hace dueño de todos los oídos.

­Eso lo aprendí de niño, jugando: lo que me imaginaba lo conseguía. Mi familia era tan desunida que esa misma desunión terminaba por unirnos. Cuando llegaba de la escuela me encontraba con que en mi casa todas las puertas estaban cerradas. Entonces fui desarrollando poco a poco la capacidad de llamar la atención. Pensaba: No quiero aislarme, no voy a caer en su juego; me van a tener que escuchar. No tenemos que jugar a las cartas para ganar, no hay que correr para saber quién es el más veloz. Son juegos que ya están allí. Sólo se trata de saber dónde estás en el juego, qué tienes, cómo vas a jugar. Mi fuente de nutrición en ese sentido era mi casa, pero mi laboratorio era la escuela. ¿Sabes qué hacía? Contaba cuentos. Me paraba en el escritorio del maestro y me ponía a inventar cuentos y ni modo: me escuchaban. No era propiamente un cuento, era algo así como la expresión de lo que yo quería ser. Me divertía mucho romper la norma de autoridad. Si en mi casa las normas estaban quebradas, yo iba a ir a despedazárselas en la escuela, porque en mi casa ya no había nada qué romper. Por eso no logré abrir las puertas, pero aprendí a jugar, a probar. Soy una persona que prueba mucho: digo no sé para así saber lo que tú quieres.

(Zoom in) La primera vez que lo vi bajo los reflectores, me asaltó la imagen de un héroe de nuestro tiempo: Yukio Mishima preguntándose si la multitud lo comprende, dispuesto a cortarse las tripas para ser escuchado. Con el tiempo, esta imagen no sólo permaneció en mi cabeza sino que cobró fuerza. O mejor: cobró fuego. Capaz de apaciguar a una turba frenética con un ramo de cempazúchitl, hipnotizar a un Terminator de alquiler con una prédica corleonesca, vomitar en mitad de una Mesa de Honor o retorcerse de alegría porque una suave musa recién se le hizo diosa, el caifán es un devoto de la vida que hace méritos para ganarse su muerte. Sus palabras, especialmente aquellas que cuelgan de sus canciones, pertenecen a un lenguaje privado, a un tiempo hermético y obsceno, gozoso y dolorido, descarnado y sutil, vital pero suicida. Es acaso por eso que Saúl hace suyo el mandamiento poético de Pessoa: "La inteligencia sólo debe servir para interpretar el sentimiento."

Ciertas generosidades son inspiración; algunas humildades son aristocracia. El caifán es de una generosidad tan amplia como impredecible, y de una humildad militante, casi estoica. Alguna vez lo confundí voluntariamente con un personaje bowieano: El Delgado Duque Blanco, mas me temo que se trata de una flagrante inexactitud. Saúl no es el Duque de Bowie, sino el Dandy de T. Rex: Dandy en el Inframundo.

­El dolor llegó de repente, y no se volvió a ir. El dolor es el único de repente que se ha tatuado en mi vida. El dolor duerme, pero no se va. La soledad duele. La soledad y la muerte son las dos señoras que siempre van a estar junto a ti. Una te prepara, la otra te recibe. Cuando murió mi mamá yo tenía diez años; no es que aquel dolor me cambiara el destino, es sólo que empujó lo que de cualquier forma iba a llegar. Ahora no me tomo en serio la vida; solamente cuando vivo. Componer, subir al escenario, tanto como, un día, poder amar: eso para mí es en serio, lo demás son mamadas.

­"Una eterna sobredosis de orgasmo", describió una vez a su primer contacto con el escenario. Un súbito banquete que el destino le sirvió durante un minifestival en la glorieta del metro Insurgentes. ¿Sabía ya el caifán lo serio que era el escenario?

­No. Lo supe al subirme. Piensas: El Escenario... ¡Órale, qué chido! Pero luego de pisarlo dije: "Abusado, que estás en los pies de Dios, y ahí no puedes jugar. Ten cuidado con lo que deseas... podrías llegar a tenerlo."

­No siempre los deseos mandan. Dicen que las decisiones más importantes de nuestras vidas son tomadas por otros, a nuestras espaldas. Y que si acaso alcanzamos a decidir, lo hacemos tarde: pasaste de los treinta años y tu banda ya no es tu banda, sino un grupo de músicos con intereses diversos, a menudo egocéntricos, ajenos a toda la magia que un día creíste que jamás se iría...

­Una de mis intenciones, una lucha personal, es no dejarme vencer por lo que supuestamente tiene-que-pasar. Alfonso (André), José Manuel (Aguilera), Federico (Fong)... ellos también son perros callejeros, y como yo se alimentan de recuerdos, de ilusiones. Ya lo dijo Buñuel: la ilusión viaja en tranvía. Si la ilusión no tiene trabajo, se va. Y si tu trabajo no pende de una ilusión, entonces sí: vales madre. Yo no estoy en una banda para ser feliz. La música no me hace feliz, sino que me empuja, es mi aliada.

"Aviéntame hasta donde puedas", suplica el caifán en una canción violenta, retadora, pequeño himno a la supervivencia de la pasión. Y aún ahora, cuando sus canciones lo han aventado hasta la cresta de una fama que ya no podrá controlar, Saúl sigue reclamando un espacio para la mística silenciosa que ha engendrado arrullos como Alcohol: un susurro plagado de quimera donde el cantante arranca preguntando: "¿Si mis palabras no fueran a la virgen sino a ti...?"

­Cuando hablas de una enfermedad, tienes que ponerle un nombre. Alcohol es una especie de autobiografía; es como la imagen de lo que quieres que se vuelva eterno. Alcohol refleja quién soy. Y la virgen es mi madre, no por virginidad sino por pureza. Porque con ella fue la primera vez que contemplé a la muerte.Allí no veo religión, sino misticismo. Nunca he ido a misa, ni iré. Hay curas que no pueden mirarte a los ojos, pero te dicen lo que debes hacer, espiritual y terrenalmente. Quien no ha tenido una visión divina no puede indicarte el camino hacia Dios.

De las canciones de José Manuel Aguilera, Saúl prefiere cantar una cuyo coro sentencia: "En este país la mayor atracción son las ruinas."

­El misticismo permite que a tus demonios los conviertas en ángeles. En el misticismo no existe la doctrina, no hay burocracia, tú puedes ser Dios. Vete con los lacandones, con los otomís, con quien se te hinche un huevo. Los indios son sabios no porque conozcan todos los libros, sino porque se empeñan en no perder la herencia. Si esos güeyes sobreviven es por sabiduría. Ellos tienen la magia y la religión. Los indios se miran a los ojos y se sueltan verdades. Se acercan y dicen: "¿Cómo está tu corazón?", en lugar de preguntar: "¿Qué tal te fue en el trabajo? ¿A quién te cogiste?"

El silencio, como cualquier otra incapacidad física, tiende a desarrollar facultades paralelas capaces de sobrevivir a él. Experto en tan urgentes menesteres, Saúl aguarda por el instante de volver al silencio: pasada la operación, su convalescencia le exigirá, entre otras cosas, guardarse todas sus palabras y vivir las emociones hacia dentro. No es la primera vez que el caifán debe aprestarse a los rigores de la terapia hermética; de ahí que ahora, cuando el quirófano se acerca como un enorme monstruo silencioso y cargado de amenazas, Saúl esté listo para volver a hablar con la elocuencia que sólo se da en los espejos del espíritu, también conocidos como ojos.

­Uno tiene la posibilidad de estrellarse, y tiene pavor de estrellarse, y entonces crea, porque el crear es en sí una posibilidad de vida. Brian Eno decía: "Cuando subas a un avión, no tengas miedo a estrellarte", porque ya ves, uno sale vivo y siguen pasando cosas. Sí: uno va muriendo cada vez que da, pero al menos puede seguirlo haciendo por toda su vida.

(Zoom out) Son las diez de la noche: hora de zarpar hacia la suculenta negrura que se tiende frente a la cantina de Insurgentes y Liverpool como un abrazo sin orillas. El kamikaze lubrica las neuronas con un último trago de tequila, mira mis apuntes y señala: Ahí te encargo el memorándum íntimo. Cuando la madrugada nos sorprenda, dichosamente integrados a una invencible manada cuyo solo empeño será el de no dejar vivo un solo trozo de esta noche, la rocola de un tugurio pringoso y preñado de festiva desesperanza dejará escapar el lamento que sonará familiar como una botella de cocacola: "Tú estás ausente y poco a poco muero yo." Entonces el kamikaze, que difícilmente resiste una canción de la Santanera sentado, trepará a la pista, listo para mover el bote con una jugosa desconocida, no sin antes dictarme un último apunte para el memorándum íntimo:

­Me cagan esos que chupan la piel, pero no reconocen la sangre.

No hay gasto. ¿No será que el pedo de la felicidad no es alcanzarla sino aceptarla? ¿La felicidad tuya? ¿La que no has aceptado? Tatoo ring.

Cronista de la lucha entre la carne y el espíritu, creador visceral entrenado en las artes mundanas, sobreviviente de sus propias quimeras, jaguar que persigue su equilibrio navegando por el mar de los excesos, caifán perseguido por multitudes perpetuamente insatisfechas, Saúl vive como un tránsfuga de la muerte. O mejor: como el toro de lidia que ya comprendió la lógica del capote, y así se ha convertido en torero. Hay quienes dicen que los animales carecen de alma: este cabrón es prueba de lo contrario. Casi todos lo conocen, y es quizás por eso que aprendió a esconderse. Detrás del caifán existe un alma seducida por la muerte. Y es que pocos lo saben como él: la muerte es quien engendra la pureza. Místico e irredento, blasfemo y pío, dueño de códigos que ha debido inventar sin más amo que su intuición abismal, Saúl es un ingenuo.

­¿Cómo lo manejo? Como he manejado muchas cosas en mi vida: con el silencio. En la escuela me acosaban: ¿Tú eres quinto? Sí. La pregunta era tan pendeja que no había mejor respuesta. (Tuve novia antes.) En cuanto a la soledad de la adolescencia, la solucioné con... música. Y al sexo ya no tenía prisa por vivirlo. ¿Una decepción? Un aprendizaje, mejor dicho. Es como una película: si te gusta, te gusta, y si no pues te sales y ya.



La Jornada Semanal, 3/10/1996



sábado, 22 de marzo de 2008

EN BUSCA DE DIOS

Por Fernando Rivera Calderón

“Gritarle a Dios, gritarle con denuedo,
increpar su mudez con desafío,
exigir que nos diga lo que somos,
a qué vinimos y por qué nos vamos...
Y al no tener respuesta ni mirada,
deducir que nosotros lo inventamos
con la espera, el pavor, la angustia en vilo,
el anhelo de hacernos inmortales.”
Elías Nandino.


¿Dónde está Dios? Decía Juan Calvino que la finalidad principal de la vida humana es la de conocer a Dios. Pero hoy en día no es fácil dicha empresa: Dios no está a la venta, no cotiza en Wall Street, no hay manera de sintonizarlo en la televisión o de bajarlo de Internet. Pero, por otro lado, se supone que Dios está en todas partes, que es omnipresente, así que, en teoría, no tendría que salir de la habitación en la que escribo para encontrarlo, sino, en todo caso, afinar mi percepción para reconocerlo.
Es cierto que muchos creen que Dios ha muerto, pero también es cierto que nadie ha encontrado aún sus restos mortales. Después de todo, como rezaba una barda al sur de la Ciudad de México:

“Tal vez Nietszche mató a Dios, pero Dios mató a Nietzsche”

Vivo o muerto, pareciera que Dios no es muy necesario en un mundo en el que te venden el amor en un cosmético, te venden la paz en un seguro de vida, te venden la fe en una imagen de la Guadalupana autografiada por el Papa y te venden el éxtasis en una droga de diseño. ¿Quién necesita a Dios teniendo el mapa del genoma humano? ¿Quién lo necesita teniendo satélites superavanzados recorriendo el Universo y cámaras instaladas en todos los rincones de la Tierra? ¿Quién necesita a Dios cuando se es aclamado por millones de fans o cuando aparece en el horario estelar del Canal de las Estrellas?
Aún así, según las divinas encuestas, la mayor parte de la gente en este planeta cree en Dios y aunque el rumbo que ha tomado la humanidad no demuestra mucha religiosidad que digamos, son capaces de matarte si blasfemas o dibujas una virgen en bikini o un Cristo con la cara de Pedro Infante. Tal vez en el fondo, con todo nuestro dinero y todos nuestros médicos y comodidades sigamos teniéndole miedo a Dios. Ese Dios infame que nos castiga con terremotos y tormentas, el que nos hace matarnos unos a otros, el que inventa las enfermedades y oculta las curas.
Parece que la única manera de llegar a Dios en estos tiempos, es a través del pánico y la culpa de los fanáticos. Pobre Dios. Día a día vemos el surgimiento de nuevas devotas o cristianas instantáneas que de la noche a la mañana desertan de las siempre nutridas filas del desmadre, para recibir a Cristo en ellas y cantar alabanzas y preguntarnos al resto: “¿Y tú cómo estás?”
Obviamente el Dios castigador de los cristianos y sus sumisos y obedientes corderos han pervertido la manera de buscar a Dios reduciéndolo todo a un mero chantaje en el que para entrar al cielo hay que extirpar el placer de la vida. En este caso, buscaré a Dios no en el patetismo de mi existencia sino en este cuarto en el que hay una ventana que da a la calle, algunos libros, figuras decorativas, unos cuadros, un estéreo, la computadora en la que escribo y yo, que debería ser una creatura de Dios. La clásica habitación de alguien que se ha atestado de materia inerte para llenar sus vacíos espirituales, pero ¿no es esa materia inerte parte de Dios?
Pongo en el estéreo un disco de Pink Floyd que siempre me ha sido propicio para pensar en este tema: Atom Heart Mother (Madre de corazón atómico). Creo que es uno de los nombres más bellos que se han acuñado para referirse a Dios, porque se habla de Dios como una madre y no como un padre. El disco, que en la portada tiene la fotografía de una vaca en el campo mirando a la cámara, fue tachado de pretencioso en su época (1971), pero creo que realmente nos pone cerca de ese sentimiento extraño y absoluto de lo divino.
Mientras tanto, ojeo una vieja revista italiana Colors en la que se publicaron las opiniones de personas de todas las edades y de todo el mundo respondiendo a la pregunta de ¿Quién es Dios? Estas son algunas de las respuestas:

· Dios es un círculo
· Dios es el que hace que pongan tres buenas canciones seguidas en la radio del coche.
· Es mi mamá
· Ningún hombre blanco con barba, eso es seguro.
· Quien diseña las líneas de un Mercedes.
· Dios es un holgazán
· Dios es parecido a Cristo, pero japonés.
· Yo soy Dios.

George Bataille, el gran místico francés decía “Dios es un cerdo... El comienzo que entreveo al borde de la tumba es el cerdo que en mí ni la muerte ni el insulto pueden matar. El terror al borde de la tumba es divino y me hundo en el terror del que soy hijo”. Pero esto no es una blasfemia, comenta Fernando Savater, sino más bien “la crisis de los valores ahincados en lo utilitario que arropan el desconcierto trágico del hombre”. Es Decir, Dios no es útil, no nos sirve para lo que nosotros quisiéramos, está fuera de control, por lo tanto, no existe.
Durante la segunda mitad del siglo XII se juntaron 24 sabios para tratar de definir a Dios, una empresa tan imposible como su objeto de estudio, puesto que quien define busca encontrar los límites de un concepto y Dios, por su parte, es ilimitado. El resultado son 24 ideas de Dios que aparecen ante mis ojos al mismo tiempo que escucho los metales fuera de tiempo del Atom Heart Mother. Ideas y sonidos que repelen nuestra manera racional de estructurar las cosas y que nos remiten al misterio original de Dios. Entre sus conclusiones, publicadas por editorial Siruela, las siguientes me parecen verdaderamente alucinantes:

“Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna”.
“Dios está todo él en cualquier parte de sí”.
“Dios se halla siempre inmóvil en el movimiento”.

Hablar de Dios de esta manera en la Edad Media podía conducir a cualquier visionario directamente al calabozo o a la hoguera. Así le ocurrió a Giordano Bruno (de quien hay una estatua en la calle de Londres, en la Juárez) y a Zenón, el personaje real-imaginario de Margarite Yourcenar en Opus Nigrum.
Pero no se crea que ya no es peligroso hablar de Dios en estos tiempos modernos. A finales de los sesenta Paul McCartney se expresó sobre Dios en la revista Queen: “Dios es todo. Dios es el espacio entre nosotros. Dios está en la mesa frente a ti. Dios es todo y está en todas partes y en todos. Y ocurre que me he dado cuenta de todo esto mediante el ácido”.
Las declaraciones de Paul fueron usadas por la ministra de Estado inglesa Alice Bacon para satanizar el uso de las drogas y no pocos se mostraron horrorizados ante la posibilidad de que las drogas pudieran hacer algo más que embrutecernos y que incluso pudieran facilitarnos la experiencia de Dios.
Sin embargo, el uso religioso de ciertas sustancias continúa hasta la actualidad. Sólo que ahora el defensor de su uso para dichos fines espirituales ya no es McCartney ni Timothy Leary sino un viejo y respetable investigador de la Universidad de Berkeley llamado Huston Smith, quien asegura que nunca habíamos vivido en una sociedad que prohibiera la trascendencia del ser, eliminando la creencia de que exista una realidad fuera de ella.
Huston ha estudiado el uso de las sustancias alteradoras de la conciencia en la historia espiritual del mundo, desde los griegos hasta los huicholes, e incluso en su propia conciencia: “Fui muy afortunado al tener experiencias alucinógenas cuando las sustancias no sólo eran legales sino también respetables. No es justo que las nuevas generaciones las tengan, pero con el temor de ir a parar a la cárcel”.
Se sabe también de algunos sacerdotes católicos que se decidieron por dicho oficio después de tener experiencias con LSD en su juventud y de personas que acuden en ácido a las iglesias como “un ejercicio de libertad religiosa”.
Así pues, en este mundo, todos tenemos la posibilidad de imaginar a Dios como un viejito barbón o como una fuente inagotable de energía que reviste cada una de las cosas de un halo misterioso o como una alberca infinita de leche cósmica. Hay quien dice que la luz es la exhalación de Dios, hay quien dice que entrar en la eternidad es igual que una gota que se integra al mar. Podemos buscar sentirlo de una manera legal o ilegal, pero es posible en la medida de su imposibilidad. Los coros femeninos del Atom Heart... me estremecen a altos decibeles. ¿Es esto sentir a Dios? ¿O acaso Calvino hablaba de Dios como quien habla de la muerte, ese destino último que todos conoceremos tarde o temprano?
Me asomo por la ventana. Naturaleza muerta con edificios y helicópteros y un tipo tocando su cláxon con el grito de Tarzán. ¿Qué clase de Dios crearía algo como ésto? ¿Por qué destruiría sus bosques y sus selvas? ¿Por qué se deshace cada día de miles de sus creaturas y es posible que yo siga mirando con mis ojos (por lo menos hasta hoy, quizás mañana me parta un rayo divino)? Y, a propósito, ¿No es el mismo Dios a través de nuestras palabras quién se hace estas preguntas?
Es probable que todas estas sean palabras absurdas, inútiles conjeturas tratando de desentrañar lo inescrutable, pero es más absurdo un mundo sin reverso y sin misterio. Si lo único que queda de aquí al final de la eternidad es comprar las nuevas estupideces que nos venden, renuncio a la eternidad. Si nada tiene sentido, quisiera conocer el sentido de la Nada y eso no quiere decir que me tenga que volver adorador del primer idiota que proclame “La Verdad”, por más disfrazado de Dios que esté.
Tal vez lo más sensato sea no hablar de Dios, permitirle que siga habitándonos de manera subversiva sin que nuestras ocupaciones mundanas nos permitan habitarle. Como escribe Ignacio Díaz de la Serna, en su libro “El desorden de Dios”: El Dios universal está obligado a permanecer solo en la cúspide, confundiéndose con la totalidad de las cosas. Centinela insobornable de la ipseidad, responde a quién pregunta por Él: Yo soy el que soy.
Si usted es un orgulloso ateo y ya está cansado de saberlo todo sin saber realmente nada, permítase un espacio de debilidad y ponga a prueba sus bienamadas certezas. No aspire a paraísos celestiales, aspire el elevado perfume de lo eterno en lo inmediato. Tal vez, termine proclamando, como Luis Buñuel: “Soy ateo gracias a Dios”.

domingo, 16 de marzo de 2008

EL ANCIANO DE LAS BARBAS


Atoyatempan es un municipio del estado de Puebla ubicado al centro de la entidad, en la región de Tecali, y es cruzado por el río Atoyac. Este río está formado por la confluencia del Zahuapan que nace en Tlaxcala y el San Martín que baja de Río Frío.
Atoyatempan viene de las voces náhuatl Atl (Agua), Atoyac (Agua derramada o lágrimas derramadas) y Tempan (Labio u Orilla), por lo que su significado original es “A la orilla del río”, “A la orilla del agua derramada” o “A la orilla de las lágrimas derramadas”.
Y en Atoyatempan se encuentra, precisamente, una montaña de medianas dimensiones a lo alto, pero de bastante longitud hacia lo largo, y a quienes muchos conocen como El Tenso o El Tenzo, de la cual existe una leyenda que muy pocos conocen y que nos lleva de la mano a los tiempos míticos del México mágico y misterioso.
* * *
Allá en la noche de los tiempos, cuando el hombre aún no existía, los dioses y semidioses poblaban el mundo y hacían su vida como cualquier ser humano, con pasiones, con errores, con alegrías, con infortunios.
Cuenta la leyenda que había un dios llamado Tentzon, cuyo nombre significa “Anciano de barbas”, y cuya edad rebasaba la memoria conocida. Era uno de los dioses más antiguos y poco se sabía de su origen.
Sin embargo, un día, Tentzon se enamoró de una de las hijas más jóvenes y más bellas de los dioses: la dulce Malintzin, cuyo nombre proviene de las voces náhuatl Malin (que es el nombre que en lengua indígena se da de modo general a todas las mujeres y que significa Madre) y Tzin (que significa Señora o Princesa).
Cuenta la historia que, precisamente por tratarse de un dios muy viejo, los demás moradores del cielo se negaron a que hubiera cualquier relación entre él y la joven Malintzin.
Como era tradición, Tentzon nombró un Embajador para que pidiera su mano a los señores del universo. El Embajador fue un dios también muy viejo y cuyo nombre era precisamente ese: Huehuechiki o Embajador, pero que ahora se conoce como El Pinal, y que es un cerro muy alto en forma de pino que se encuentra ubicada en la región de Nopalucan y Lara Grajales, al oriente del estado de Puebla.
Cuando conocieron de la petición de Tentzon, los dioses –como ya se dijo- se reunieron a parlamentar tres días y tres noches, y llegaron a la conclusión de que se trataba de un dios muy viejo para una muchacha tan joven y linda, por lo que se negaron a dicha unión.
Cuentan que, cuando el Huehuechiki le transmitió la respuesta a Tentzon, éste se desgarró de dolor, y su tristeza fue tan grande, que la dulce Malintzin se conmovió y apiadó de él, despertando en su corazón la llama del amor.
La doncella, entonces, se dirigió a los señores del cielo para que le dieran una oportunidad al anciano de las barbas, pero se negaron rotundamente, pues además, una diosa tenía vedado realizar una petición de tal naturaleza.
Y ahora fue Malintzin quien rompió en amargo llanto.
Los señores del universo, que no habían conocido un dolor tan grande y un amor tan extraño, se conmovieron y decidieron darles una oportunidad, así que colegiaron y, tras deliberar, mandaron llamar al Huehuechiki para darle su veredicto.
Como ni siquiera los dioses podían romper sus propias reglas, determinaron que la prueba que se les iba a poner a los enamorados debía ser muy difícil para que nadie de ellos pudiera exponerse a un castigo.
La prueba para Malintzin sería llorar hasta que sus lágrimas formaran una corriente tan grande que pudiera arrastrar todo aquello que encontrara a su paso.
La prueba para Tentzon sería impedir que la corriente siguiera creciendo. Para ello, debería cubrirla con su cuerpo, pues no podría usar piedras, tierra ni ningún material más que su propio ser.
El castigo sería que, si ella no lograba formar una corriente con su llanto, y que si él no lograba detener dicha corriente o ésta llegaba a burlarlo y escurrir por algún lado, serían confinados al firmamento y separados para siempre.
* * *
Cuenta la leyenda que, una vez que los dioses le dieron la orden, Malintzin lloró y lloró hasta que de sus ojos brotó la corriente que daría vida al río Atoyac. Por su parte, Tentzon, cuando vio venir el enorme caudal, se tiró a lo largo y desde los pies a la cabeza, logró detener aquel torrente.
Huehuechiki, emocionado, cantó victoria, y los dioses estuvieron a punto de celebrar el hecho, pero de lo que nadie se dio cuenta es que el agua se escurrió entre las barbas del anciano.
Cuando los señores del universo repararon en este detalle, se sintieron decepcionados y, tristes, y se dispusieron a aplicar el castigo que habían previsto para el caso de que alguno de ellos fallara. Sin embargo, Malintzin siguió llorando a causa del dolor que esto le había causado y el anciano continuó deteniendo el torrente.
Las diosas, maravilladas por el prodigio que el amor había operado, se reunieron con los moradores del cielo y les pidieron que, si no podían estar juntos como esposos, los dejaran continuar unidos a través de este sortilegio, sólo que los dioses no estaban muy seguros de poder aceptarlo. Fue así como Huehuechiki se ofreció como pieza de inmolación para que se cumpliera la solicitud de las diosas.
El ofrecimiento consistió en que los dioses convirtieran en piedra a Malintzin y a Tentzon para que el universo fuera testigo de su amor eterno y ellos pudieran seguirse amando en silencio. Él, por su parte, sería el guardián de aquel cariño y quedaría petrificado cerca de ellos.
Los príncipes, contentos, aceptaron el sacrificio y permitieron a los enamorados que vivieran su amor a través de esa corriente que, aún hoy, baña con sus aguas el centro del estado de Puebla.
Desde entonces, Malintzin se convirtió en una montaña, y la Puebla de los Ángeles fue fundada a sus pies. Y allá en Atoyatempan puede verse todavía el caudal del río Atoyac filtrarse entre las barbas del Tentzon, mismas que ahora se conocen con los nombres de Puente Chico y Puente de Dios, bajo la mirada alerta y silenciosa de El Pinal, quien desde su morada continúa dando cuenta a los dioses sobre el cariño silencioso del dios más viejo del firmamento y la princesa más joven del cielo.

etimologias



Coapan
Lám. 52, fig. 5. -- M.D.T.


Coapan. -- Co-apan. -- Coapan.


Escritura fonética: medio cuerpo de culebra, coatl, dentro de la terminacion apan, expresada por un canal con agua.
Por ser todavía el lugar pantonoso, parece conviente la siguiente etimología: "en el agua de las culebras."